Otro tipo de personas, quizás los más extrovertidos, han buscado trascender los sentidos de forma aparentemente opuesta: no privándolos de algo, sino sobre-estimulándolos. Sobresaturados con visiones, sonidos, movimientos y sensaciones, el umbral nervioso de estimulación se vuelve tan alto que es imposible superarlo y los sentidos se desconectan, igual que sucede cuando un fusible se funde por la excesiva corriente eléctrica que circula por él. Así, los Sufís en las danzas derviches, dan vueltas y vueltas en una acelerada danza giratoria hasta que pierden la conciencia y caen en éxtasis. Los guerreros africanos y diversas sectas del Caribe, danzan frenéticamente al alocado ritmo de los tambores, cantando y moviendo sus miembros de forma rápida hasta que se derrumban exhaustos y experimentan, quizá un vislumbre del más allá, (En Trinidad lo llaman “bajando al Espíritu Santo”).
Fanáticos de todas las tendencias religiosas, han buscado las formas más brutales y rápidas de sobrecargar sus sistemas nerviosos a través del dolor. Cristianos muy fieles se azotaban hasta que quedaban bañados en sangre; faquires hindúes se acuestan en camas de clavos y se sientan sobre sillones de espadas; monjes japoneses meditan sobre cascadas heladas: indios Sioux sufren calor y sed extremos bajo el sol del desierto y los buscadores tibetanos se sientan desnudos durante horas en las montañas heladas. Mortificando su carne, buscan vencer los placeres transitorios de sus sentidos y alcanzar la Imperecedera y Única Realidad.
Pero, ¿cuántos pueden seguir este camino? En el mundo actual, ¿cuántas personas están dispuestas a esconderse en las montañas de los Himalayas y ayunar 40 días, azotarse o atravesarse la lengua con agujas? ¿Significa esto que el estado de conciencia más elevado, nuestro derecho de nacimiento como seres humanos, nos estará negado para siempre porque llevamos vidas normales en el mundo?
No. Hay un proceso universal, tan simple que hasta un niño de 4 años y/o un señor de 90 años pueden realizar, el camino más práctico y natural para realizar el propio Ser. Es la práctica del Mantra Yoga meditación y ésta comienza con el aislamiento de los sentidos.