
“El hombre se compone de cuerpo, mente y alma. El alma es perfecta como el Ser Supremo mismo. Así como una gota de agua del océano tiene las mismas características de toda el agua que queda en el océano, así el alma es una gota del Ser Supremo, perfecta, omnipresente y omnisapiente. Entonces, cuando la mente imperfecta se perfecciona, se une al alma y en esta forma la Sabiduría se manifiesta conscientemente. Por eso solo la vida espiritual puede brindarle felicidad verdadera al hombre.
El intelecto como tal, es muy limitado, porque es relativo. Hay que aprender a transcenderlo hasta llegar a la fuente de todo, que es el Alma. – ¡Eso es maravilloso! Le pediré autorización al Maestro para reunir a la multitud y comunicarles todas estas cosas. No es justo callar cuando el sufrimiento está azotando a la humanidad en la forma más cruel.
– Y, crees que porque posees dos o tres conocimiento teóricos estás capacitado para enseñar? La sabiduría no se obtiene a base de teorías. Es pura práctica. Es la experiencia la que ofrece conocimiento duradero. La humanidad escudriñará en tu interior y notará que no has realizado lo que predicas.
Te sentirás vacío por dentro. No podrás convencer a nadie si no tienes la realización de esa verdad. Aprende que la vida espiritual no es comodidad, ni mucho menos teoría, Es sacrificio.
Para que mediante la práctica, la mente se aquiete y la luz de la sabiduría resplandezca en tu interior. Purifica tu mente mediante la meditación. Domina a los sentidos. Para que cuando la mente, quieta, pura y sincera busque apoyo en el alma, que es sabiduría, conozcas por tu propia experiencia lo que es la verdadera perfección.
Logra la perfección y solo entonces estarás capacitado para enseñar a los demás. A medida que profundices más y más en la meditación, crecerá como la espuma tu mundo interior. Se pulirá y purificará tu mente. E irás adquiriendo el verdadero propósito de la vida espiritual. Mantente firme en tus prácticas. Domina tus sentidos y sobre todo, paciencia, mucha paciencia.
– Ananda, cuanto daría por ser como tú! I me siento tan sucio cuando me comparo a tí. Te veo tan lejos; tan santo y tan puro, y yo en cambio…
– Tu no debes compararte a nadie, Todos somos, uno. El Maestro es solo alguien que a base de práctica intensa, y sacrificios ha lograrlo la sabiduría. Y ahora enseña a otros ese camino. Si tu sigues sus pasos, tu también podrás lograrlo. Pero no te desanimes. El discípulo no puede sentirse lejos del Maestro. Es menester amarlo como a un padre, a una madre o a un amigo. El Maestro transfiere s realización al discípulo, a medida que ésta va, purificándose. Pero para eso, es necesario que haya unión plena entre Maestro y Discípulo Sirve a tu maestro. Adóralo como el amante adora a su amante. Como avaro adora el oro. Vive para El, dedícale a tus triunfos y tus fracasos. Recuerda que él es Dios mismo con forma humana. Porque la persona que logra la perfección s e convierte en El. Solo con la unión plena del Maestro y discípulo, se logra la transferencia de realizaciones. Si estás sucio, entrégate a El. Por la gracia Divina te limpiará. Identifícate con El. Solo así él te podrá conducir por la senda de la verdad. No lo veas como un Maestro. Míralo como a tu padre o a tu madre. No lo apartes un minuto de tus pensamientos y veras que te irás convirtiendo en El poco a poco. Quizás sin darte cuenta. Cuando abras los ojos, serás El. Entonces estarás preparado para
llevar su palabra al mundo i ¡El Maestro es Dios,
hijo mío, El Maestro es Dios! !
– Amar al Maestro como a una madre? ¡Pero el maestro es un hombre!
– No, hijo mío, el Maestro es el servidor más cercano de Dios y Dios es la mejor de las madres.
La más dulce, tierna y amorosa de las madres. Y también, el mejor padre o el mejor amigo. – Perdona, Ananda, pero Dios es Dios, y el Maestro es el Maestro. Está bien que se respete al Maestro y se le tenga cariño. Pero, amarlo tanto, ¡como a un Dios! , eso no. lo veo bien…
– Muchas personas ven al Maestro como un hombre común y corriente. Pero, escucha este ejemplo: “Si tomas una gota de agua dulce y la depositas dentro de un litro de agua salada ¿no se convierte en agua salada también? Ahora, trata de sacar la gota de agua dulce que echaste en el recipiente. Imposible, Verdad? Porque por más que trates, siempre obtendrás agua salada. Igual pasa en .el Sendero espiritual. Si tomas el alma, que es como una simple gota y la sumerges en el océano infinito de Dios, que es la Perfección, lo Absoluto, la Única Verdad, ¿Qué sucede cuando regresas de esa maravillosa experiencia? : Te has fundido con Dios, por lo tanto, ya eres Dios mismo, con todas sus cualidades y atributos. Según no podías sacar la misma gota de agua dulce que depositaste en el recipiente con agua salada, tampoco puedes separar el alma individual cuando se ha fundido con el alma universal que es Dios. Por más que
lo intentes, lo que obtendrás son “gotas de Dios mismo” -Te das cuenta ahora?
– El ,Maestro es espíritu, y el espíritu no tiene sexo. El servidor más íntimo de Dios es Dios mismo. Por eso no lo veas como a un hombre. Míralo como al hijo. Y ,el hijo y el padre son una misma cosa. O míralo como a una madre, y sobre su falda, identifícate con su amor inmenso y profundo. Pasaron los años. Mi mentalidad había cambiado tan intensamente que no me reconocía a mi mismo. Fueron años de lucha, pero también de logros inexpresables. Si, de luchas con una mente inquieta, inmadura, impura. Y no era fácil el dominio de una mente que por años había permanecido en los más bajos conceptos. El Maestro con su infinita paciencia, fue moldeando y abonando el terreno para que la semilla de la verdad creciera y se convirtiera en frondoso árbol donde cobijar a miles de seres
humanos.
Y aquel ego imperioso y dominante, a base de austeridades y meditación, fue convirtiéndose en un remanso de paz interior; donde el yo, tú y aquello significaba lo mismo. Donde no había diferencia alguna entre yo, una silla o una hormiga, porque todo en este mundo es una manifestación del Ser Supremo. Veía acercarse el momento en el cual tendría que enfrentarme a toda una humanidad incomprensiva. Sabía que era una verdadera guerra, y quizás inconscientemente, continuaba preparándome para la gran batalla que se acercaba…
Ya algunas otras personas frecuentaban al Maestro y poco a poco había aumentado considerablemente el número de discípulos. Parecía que su profecía se estaba cumpliendo: “Dentro de poco tiempo, muchos de ustedes se pasarán para nuestro bando”.
La rebeldía de la gente del pueblo iba en aumento. Todos rechazaban su forma de vida y sus enseñanzas, pero nadie se atrevía a dar un paso decisivo y enterarse a fondo de cual era su meta. Sin comprender, lo juzgaban impunemente. Aquellos padres, sin desarrollo alguno, blasfemaban « al Maestro porque le había “robado” a sus hijos. O aquella mujer inconforme y celosa porque su marido la abandonó para buscar a Dios.











































































































