En el regazo de la Madre, juega inocente el niño amado. Sin preocuparse. Y sin quejarse. Porque ella sabe donde lo lleva. Lo mece el viento, lo arrastran olas y el niño siempre juega con todas.
Vive seguro. Camina firme. Porque su Madre siempre lo sigue. Con su mirada. Con sus cuidados. Ella protege sus pertenencias.
Su pensamiento está siempre en ella. ¡Madre Divina! Cuanto te quiero! Ella lo mima y lo alimenta. Ella lo viste, y con él se sienta.
Ella se esconde y El la encuentra. Se pone seria y él la contenta. Y así jugando viven felices. Sin un tormento. Sin cicatrices.
Nadie comprende el porqué de todo. El habla mucho. El habla solo. El llora a veces, mojando todo. El y su madre se encuentran juntos. ¡Pero la gente lo ve tan solo!
No se preocupa por el mañana. No mira nunca que fue el pasado. Solo le importa su Madre amada. Viviendo juntos, sirviendo a todos.
Ella es la Madre de todo el mundo. Es la que cuida todos sus hijos. Pero muy raro es el que la busca. Ellos prefieren la luz que acaba. Nunca la miran. Nunca la aman. Pero ella siempre vela por todos.
Ella se entrega al que se le entrega. Ella lo abraza, y luego calla. Madre divina, oye mi plegaria, llévame lejos, donde tu reinas. No quiero juegos, no quiero abrojos. Solo prefiero tu tierna falda. Madre Divina quiero que vayas a traerme flores de tus cabellos. Para ponerlas sobre mí pecho y recordarte a cada momento.
Madre Divina, mi DIOS del alma. Eres el Cielo, por la mañana. Quiero entregarte uno por uno todos los pétalos de mi entrecejo.
Mi DIOSA Sabia, mi reina amada. Besarte mucho, gritar te amo. Correr desnudo sobre la grama. Llevarte incienso, pedirle agua. Volverme loco ¡Entregarte el alma!
Mi Ser Supremo, mi reina amada. Uno por uno, recojo aromas. De flores bellas, de blancas lunas. De soles claros, de verdes hojas. Para ponerlas bajo tus plantas, cuando
Caminas por el profundo sol de tu antorcha. Llevando luz a los iniciados jugando juntos como en verano. Encendiendo fuego en los corazones de los que buscan tus ojos claros.
