“LLEVEME ESOS LEÑOS A MI CUARTO”
-Retiro Diciembre de 1988 Ashram Pátzcuaro
Hay ciertas lecciones que se aprenden después de muchos años y les comparto con gusto esta que atesoro con gran respeto y agradecimiento hacia nuestro Maestro Devanand.
Transcurría 1988 y recién me había iniciado en la práctica de meditación a principios de Enero, llevaba mi práctica tal cual se me indicó y empezaba a integrarme al grupo poco a poco, ya que era o tal vez sigo siendo muy reservado.
En ese entonces ya era vegetariano, proceso que había iniciado años antes cuando practicaba karate, práctica que me dio mucha disciplina por el rigor físico que se ejerce en la misma. También conocía ya la hatha yoga y la practicaba las veces que íbamos en grupo del karate después de ir a correr, por lo que cuando se acercó la fecha de ir al retiro de ese año decidí hacerlo, porque me sentía preparado, eso fue lo que pensé, y más aún que sabía que era un retiro internacional y estaría presidido por nuestro Maestro.
No me causaba tanta incertidumbre el que fuera mi primer retiro ni el ayunar 6 días o guardar silencio. Así que llegada la fecha le dije a mi familia.- me voy a Pátzcuaro con el grupo de yoga la semana de año nuevo… y bueno aparentemente lo tomaron bien aunque con sus reservas porque después de todo esas fechas siempre se pasaban en familia.
Muy entusiasmado prepare mis cosas por experimentar un nuevo reto y sobretodo que no sabía exactamente lo que me esperaba, ya que hasta cierto punto me intrigaba si dejar de comer seis días me causaría problemas, porque la mente así es y su naturaleza es dudar, buscar, resolver y brinca de una rama a otra como loca.
Partimos en grupo del Centro de Meditación de Guadalajara y nos reunimos con los demás que venían de diferentes lugares en el Ashram. Esa primera impresión que me causó el Ashram de una bienvenida con los brazos abiertos al ingresar por ese camino flanqueado de esos pinos enormes hermosos siempre la recordaré y sobretodo saber que nuestro Maestro era el artífice y visionario de éste enorme legado que nos heredó para nuestro propio beneficio y progreso espiritual por lo cual siempre le estaré agradecido.
Fue así que después de ingresar por ese fascinante camino llegamos y se me reveló otro más, el impresionante y hermoso edificio con el estilo arquitectónico característico de la sierra michoacana. Se nos dio la bienvenida, en aquel entonces por Aristeo (Iniciado) que vivió una buena temporada con su familia en el lugar y al cual le agradezco desde ese entonces su labor que ha llevado acabo y sus atenciones hacia su servidor.
Se nos indicó a algunos de los hombres nuestro lugar que serviría como cuarto de grupo y fue el espacio que hoy ocupa la cocina y a mi parecer una de las ubicaciones más privilegiadas ya que mira hacia el norte a través de un ventanal enorme al valle y más allá a un enorme cerro que se encuentra a las espaldas del pueblo de Quiroga. Tomamos nuestro espacio cada quien y me acomodé en una parte de ese gran ventanal, por el cual estuve admirando todo ese tiempo el hermoso valle y por las noches el cielo forrado de estrellas y de vez en cuando una que otra fugaz. Coloqué mis cobijas y unos tapetes de ixtle que se nos proporcionaron en el piso como cama. Compartíamos un sólo baño todos, no recuerdo cuantos eramos pero estaba lleno el cuarto, incluso hubo quienes llevaron casas de campaña y se quedaron afuera del edificio, hay que recordar que era un Retiro internacional, por lo que teníamos que levantarnos mucho antes de las 3 am para tomar turnos de baño por la mañana y estar listos en la sala de meditación poco antes de las 4 am que iniciaba la primera sesión y por cierto no había agua caliente en ese entonces, así que era una ducha super fría y lo más recomendable por todos los beneficios que conlleva y les conmino a que investiguen ustedes mismos eso para que procuren continuar bañándose así y la luz era suministrada por un motor a gasolina que hacia un ruido considerable pero tolerable, mismo que se apagaba a la hora de dormir y así el Ashram quedaba completamente bañado en la oscuridad de la noche y lo cual hecho de menos.
Fue entonces que vino la meditación de esa noche y donde nos acomodamos cada quien en ese salón enorme y hermoso con sus asientos para meditar y tomé uno a un par de filas frente de donde estaba nuestro Maestro el cual procedió a darnos todas y cada una de las indicaciones a seguir durante el retiro, insistiendonos sobretodo en la puntualidad, el baño de la mañana, el silencio, la práctica de la sesión de hatha yoga, tomar un par de vasos de agua con miel y limón después de cada meditación que eran en ese entonces de 2 hrs y caminar por lo menos una vez alrededor del bosque, que en más de alguna ocasión el mismo organizó y nos formó en filas para ir caminando alrededor del camino que rodea el lugar. Se formaron comisiones para tener cubiertas las necesidades de organización como el agua caliente para beber, la limpieza, arranque y apagado del motor de luz entre otras.
Así que transcurrió el primer y segundo día y en los descansos observaba que nuestro Maestro daba ciertas indicaciones a quienes en ese entonces tenían la responsabilidad de las tareas y vino entonces lo que llamo el jueguito de la mente, me empezó a pedir a través del ego que a mí también el Maestro me pidiera lo que fuese pero que tenía que hablarme… fue a tal punto tan obsesivo que en un momento dado la mente estaba tan ocupada en eso, que mis meditaciones se veían obstaculizadas sumándole lo que naturalmente ocurre cuando la mente aún no tiene la práctica suficiente como para dejar a un lado por lo menos un poco de toda esa cantidad de pensamientos que te invaden durante las sesiones de meditación.
Fue entonces así que con el ego completamente dominándome por esa obsesión en un momento dado en el segundo día pasando frente del Maestro durante un descanso me dirige la palabra me mira y me dice con una naturalidad y con una parsimonia de voz, como si supiera exactamente por lo que mi mente estaba pasando jugandome ese mal momento al punto de no dejarme meditar – Usted, venga y lleveme esos leños a mi cuarto–
Lo mire y me estremecí de júbilo primero y de sorpresa, me sentía el individuo más feliz sobre la Tierra, gustoso fui y tomé un atado de leña llevándolo a su habitación que se encontraba al final del pasillo en la segunda planta del edificio, no cabía de felicidad parecía un niño que la dan su juguete que tanto anhelaba.
Finalmente vino un descanso a la loca de la mente y me dejó meditar más tranquilo… pero no por mucho tiempo ya les contaré tal vez en un próximo escrito.
Por lo pronto concluir compartiendoles que esta lección me ha tomado muchos años asimilarla y tal vez transcurran otros muchos más y aún no termine del todo en comprenderla.
Entender por lo pronto que el único responsable de sobreponerse a los juegos de la mente, al ego es uno mismo y a través del ejercicio diario de la disciplina y el camino que en este caso nuestro Maestro nos ha indicado siempre.- la Meditación diaria por la mañana y tarde-noche no esperando, no buscando y no deseando nada con suma inocencia.
Porque después de todo esos jueguitos de la mente y el ego han continuado en mi persona y seguirán haciéndolo de una u otra forma y el Maestro no estará por lo menos físicamente allí para tí toda tu vida asistiéndote y resolviendote en los líos mentales que tu mismo creas y es sólo y unicamente a través de nuestra disciplina, esfuerzo y dedicación diaria que podemos llegar en un momento dado a atenuarlos y esperemos a trascenderlos en alguna vida.
Porque después de todo, me pregunto.- para que necesitaría nuestro Maestro unos leños en su cuarto? No tenía necesidad alguna de leños o calefacción alguna, si no aquella de darle una lección a aquel individuo que traía la mente y el ego vuelto locos al punto que lo menos que estaba haciendo allá, era todo menos Meditar…
Hari Om
Agustín Cortés S.