Esta suposición nos dice que nosotros, los seres humanos, estamos indefensamente sujetos a la acción unidireccional de causa y efecto, al igual que las cosas inanimadas que vemos a nuestro alrededor.
Eso significa que los humanos, con todas nuestras habilidades evolutivas, con las herramientas de supervivencia a nuestras órdenes y con la enorme información almacenada en nuestros genes y cerebro, no somos diferentes de las cosas inanimadas sujetas a la ley de fuerzas newtonianas.
Para entender con claridad, tomemos un par de ejemplos. Las limaduras de hierro se sienten atraídas por un imán. La causa es el imán. El efecto es que las limaduras se adhieren al imán. Si se coloca una hoja de papel entre las limaduras y el imán, las partículas aún se dirigen hacia el imán, pero se adhieren al papel en lugar de alcanzar el imán.
Sin embargo, un Romeo atraído por Julieta intenta alcanzar a Julieta incluso si existe un muro entre ellos. Utiliza su inteligencia para cruzar el obstáculo, pero no termina estúpidamente sellando sus labios contra la pared como las limaduras de hierro pegadas al papel.
A diferencia de una piedra lanzada desde el aire, un águila que se zambulle por su presa en las aguas no golpea directamente el estanque de agua, sino que varía constantemente su ruta de vuelo para atrapar a los peces.